10 abr 2021

EL PEZ HADA

 

El pez Hada

Autora SILVIA GRACIELA FRANCO

Sandro, el pez más dorado, era muy popular entre los de su especie. Sus compañeras lo encontraban irresistible porque no había muchos que tuvieran ese color tan especial de escamas, un brillo cegador y penetrante. Además, danzaba entre los cardúmenes como si llevara la música en el cuerpo. Sin duda, había nacido para ser bailarín.

Félix, el delfín, solía acompañarlo en sus acrobacias marinas. Saltaba fuera del agua mientras él se deslizaba con su cola hacia atrás o hacía sus vuelos ascendentes.

La ballena Marta, de mayor experiencia, desparramaba chorros gigantescos de agua con la intención de que llegaran hasta el cielo. Estaba orgullosa de pertenecer a un grupo casi perfecto, capaz de hacer felices a todos.

Pero, a veces, sentían nostalgia de otros tiempos, especialmente cada vez que un nuevo compañero llegaba al acuario y se enteraban de las noticias del fondo del mar. No les faltaba alimento, querían mucho a Patricia, su entrenadora, que los

llenaba de mimos y, aunque podían percibir el cariño de la gente, añoraban su libertad.

Un día, llegó un pez nuevo.

-¿Cómo te llamás? -le preguntó Sandro.

-Yo soy Hada.

-¿Y de dónde sos? –quiso saber Félix.

-Del océano –contestó el pez Hada.

-¿Cómo te trajeron? –preguntó la ballena Marta.

-Vine por mi cuenta, para conocerlos.

Los amigos se miraron; no entendían cómo se había enterado el pez Hada sobre el acuario y sobre ellos si jamás se habían visto antes.

El pez Hada comenzó a participar en los shows y, poco a poco, los fue convenciendo de lo maravilloso que sería poder regresar al majestuoso océano.

Marta ya no lanzaba el chorro tan alto, Félix no saltaba en círculos hasta el cielo y Sandro estaba tan nervioso que comenzó a opacarse.

-¡Qué les pasa a mis animales! –gritaba enojado el dueño del acuario- ¿es que no los están alimentando como corresponde?

Hasta que llegó el día en que para Marta, Felix y Sandro la comida dejó de ser importante.

Patricia sospechó lo que sucedía. Supo que estaban muy tristes y no fue difícil descubrir la razón...

El pez Hada la miró a los ojos y le pidió que abriera la barrera que los separaba de las profundidades del mar. Entonces, los amigos enloquecieron de felicidad, daban vueltas y volteretas, se cruzaban y nadaban con gran alegría en su afán por ir más lejos y reencontrarse con todo aquello que extrañaban desde hacía tanto tiempo.

Ahora, el que quiera verlos, tiene que contratar una lancha, internarse en el mar y desafiar a las olas. Marta, Sandro, Félix y Hada allí los están esperando.

 

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