20 nov 2010

Vida (publicado en “Cuentos para acompañar un café)

Es muy difícil hacer esto, pero yo sabía que tarde o temprano iba a llegar el momento. Tanto mueble, tanta cosa…tanta vida. Los años pasan, y casi no nos damos cuenta. Me cuesta pensar en el futuro. ¿Qué será de mí ahora? Cada uno está en lo suyo, ya no son chicos, y no es tan simple, nada es sencillo como cuando eran pequeños, ni tan lindo. Esta fotografía, por ejemplo. Todos juntos. ¡Mirálo al Fede, con los botines nuevos! Estaba muy contento ese día. ¡Cómo los había esperado! Claro, fue difícil comprárselos; pero él se los merecía, buen alumno y aplicado. Nunca nos dio a mí o a vos ningún problema. ¡Y la Anita! Una muñeca parecía, con el disfraz de la Bella Durmiente. Jamás me hubiera imaginado que todo iba a ser así, no tuvo mucha suerte la pobre. Se vino a casar con el atorrante ése que le cortó la carrera, y después la largó por otra más joven. ¡Y vos querías que se recibiera de doctora! Tan inteligente para estudiar, se vino a clavar así. Y ahora, ya no hay más qué hacer; la dejó, se fue y ella se quedó sola con todas las deudas y los tres chicos para criar. Lo peor es que yo ya no puedo hacer nada, es grande, no tengo un peso, dentro de poco ni casa. Es la vida… el Fede está tan lejos… cuando se enteró seguro que se puso triste, tan unidos fueron siempre. Pero, ¿qué puede hacer desde España? Nos vemos por la Internet. Yo le tengo que pedir el favor a la chica del locutorio, porque no entiendo eso de apretar botones. Entonces veo a los nietos, y me parece que son el Fede y la Anita cuando eran chicos. Siento como un nudo en la garganta, pienso que todo podía haber sido distinto si vos no te hubieras ido hace tantos años; te necesité mucho. Ya no quiero ver las fotografías que nos sacamos cuando nos conocimos y me robaste el primer beso; para mí era el primero, pero vos eras un experto... Desde ese día fui capaz de todo por estar juntos.
Voy a poner algunas cosas en una caja, porque tengo miedo de que la enfermedad avance, y después olvidarme de lo que vivimos; o que la vida se transforme en nuevas vidas, que comienzan cada día porque no te acordás de lo que pasó; vivir sí, pero no sin recuerdos, que son alimento para el alma y nos hacen sentir que no todo fue en vano. Mejor pongo cada cosa con una notita, ahora que me acuerdo, porque a veces se me hacen lagunas… como el día que me diste la rosa roja… Acá la tengo, en medio de este libro de poesías de Neruda, la rosa roja del amor, y el papel del Amoré que sutilmente deslizaste en mi mano para que yo supiera que me amabas.
No puedo encontrar las cartas, me pregunto dónde las habré puesto, ésas que me escribiste cuando estabas en la conscripción; no eran muchas, porque te daba vergüenza que alguien en el destacamento pudiera abrirlas. Voy a sacar las fotografías de los portarretratos, para que ocupen menos lugar… Quiero que sepas que siempre estás a mi lado. Por momentos me acariciás o me hablás, incluso en los sueños, no sé si te lo dije antes. En muchas ocasiones, cuando era todo tan difícil, allí estabas dándome tu consuelo. Es que te amé, te amo y te amaré, porque para el amor no hay fronteras, ni la muerte, ni el abismo, nada puede derribar los cimientos del amor. Por eso me duele que nuestros hijos no puedan estar ahora conmigo; entiendo sí, pero no puedo asimilarlo; tener que dejar la casa que fue nuestra desde que, con algunos ahorros, la compramos y la arreglamos con nuestras propias manos, para que fuera nuestro lugar en el mundo hasta que envejeciéramos; donde crecieron el Fede y la Anita… y ahora la tengo que vender para ayudar a la Anita, porque ni para los remedios tengo. No sé cuanto de vida me quede, pero no quiero olvidarme de todo, aunque sé que tarde o temprano va a suceder.
Por eso, necesito conservar todo esto cuando me vaya. Ya conocí a algunas personas en el hogar. Me llevó la Anita, porque ella trabaja todo el día y no me puede cuidar y a los chicos les da vergüenza que yo esté cuando vienen los amigos a mí también me molesta escuchan esa música horrible no te imaginás lo mal que me hace que el otro día casi rompo sin querer el aparato que conectan a la computadora y les grité sin darme cuenta pero al fin y al cabo hasta mañana a la mañana es mi casa, nuestra casa, la que compramos cuando éramos tan jóvenes y arreglamos con nuestras propias manos para que fuera nuestro lugar en el mundo hasta que envejeciéramos donde crecieron el Fede y la Anita, y ahora…

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